Unos días se convirtieron en una semana 16/07/2024 – 23/07/2024 Bohol (Filipinas)
Unos días se convirtieron en una semana 16/07/2024 – 23/07/2024 Bohol (Filipinas)

Unos días se convirtieron en una semana 16/07/2024 – 23/07/2024 Bohol (Filipinas)

Hoy tocaba irme a otra isla. Conseguí transporte desde el hostal al puerto y en el minibús conocí dos chavalas que también iban a Bohol. Tras el viaje en ferry, compartimos un tuk tuk para llevarnos al pueblo de Panglao en el sur de Bohol. Al llegar al hostal escuché una chavala hablando inglés y directamente sabía que era española. Hablamos un rato y tras eso fui a organizar mis cosas en la habitación. Salí a la sala común y se me acercó de nuevo la chavala española, ya que ella, Clara, quería hablar español. Estuvimos charlando y nos quedamos en el hostal cenando y tomando unas cervezas. Durante la noche conocí también dos chavalas españolas, África y Alejandra, y a un argentino llamado Facundo. Participamos en unos juegos del hostal y fuimos los vencedores. El premio: una botella de chupitos el cual fuimos repartiendo por toda la gente que estaba.

El siguiente día, 17 de julio, quedé con Clara, África y Alejandra en descubrir la isla con la scooter. La primera parada fue un reservado para ver al tarsero fantasma, un pequeño mono con los ojos grandes. Son animales nocturnos, pero lo pudimos ver en algunos momentos despiertos y con esos ojos grandes abiertos. Tras eso nos fuimos a tirarnos por tirolina. Nunca lo había hecho, pero fue una experiencia chula. Nos tiramos dos veces de la tirolina y las vistas fueron espectaculares, ya que pasábamos por encima de un río rodeado de naturaleza. Tras el chute de adrenalina, cogimos las scooters y nos fuimos a Sevilla. ¡Sí sí, a Sevilla! Hay un pequeño pueblo en la isla de Bohol que se llama Sevilla. No podía faltar mi visita y visitar a mis queridos Sevillahanos. Nos paramos en el pueblo y se nos acercó una señora mayor. La gente nos miraban al estar sorprendido de recibir turistas aquí. La señora nos explicó y enseño varias cosas del pueblo, como una iglesia y el ayuntamiento. No pudieron faltar varias fotos conmigo delante de los carteles de Sevilla y en ese momento me hizo pensar en mi ciudad y lo que me estaba perdiendo.

Salimos de Sevilla y nos fuimos a buscar un sitio para almorzar, ya que también empezó a llover. Encontramos un pequeño resort con un restaurante y ahí tuvimos un almuerzo agradable en medio de la naturaleza. Una vez que dejó de llover, nos fuimos a visitar las “Chocolate hills”, que son más de mil pequeñas colinas. Obtienen el nombre de colinas de chocolate, porque al estar cubierta de hierba, en la estación seca cogen un color marrón. Tras eso nos volvimos tranquilamente a nuestro hostal. Ya era de noche y de nuevo nos quedamos en el hostal cenando y tomando algo.

El siguiente día, 18 de julio, había contratado un tour de snorkel. A las seis de la mañana tenía que estar listo para que me pudieran recoger. Me llevaron a la playa y de ahí cogí un barco para que me llevaran a varias islas. El tour no estaba muy bien organizado, pero de todos modos lo disfruté. Pude hacer snorkel en un sitio muy bonito lleno de coral de varios colores y con muchos peces. Por la tarde me reencontré con las chicas y Facundo y salimos a cenar. Después de eso salimos a un club donde estuvimos bailando varias horas. Yo ya cansado, me recogí y los dejé en el club.

El siguiente día, 19 de julio, vi a las chicas y Facundo en el desayuno. Ellas se iban a otra isla y tocaba despedida. En ese momento se me acercaron dos chavalas españolas, Irene y Andrea, que había conocido la noche anterior. Ayer pude hablar solo un rato con ellas, pero la verdad que Irene me llamó la atención desde que la vi por primera vez. Me arrepentí de no haber cogido su Instagram, pero aquí estaban las dos preguntándome si me unían con ellas a dar una vuelta con las scooters por las cascadas de la isla. Yo no tenía plan y por supuesto dije que sí. Terminé rápidamente de desayunar y me cambié.

Son esos momentos donde mi decisión de decir que sí y estar abierto a nuevas experiencias hiciera que pasará el resto de mi viaje en Filipinas con un grupo de gente maravillosa. Pero bueno, me estoy adelantando. Salí en scooter con Andrea y Irene y nuestra primera parada fue el arrecife de Napaling. Habíamos leído que ahí se podía hacer un buen snorkel y que el sitio estaba lleno de sardinas. Irene, una fanática del agua que viaja con sus gafas de snorkel y aletas a todos lados, se metió rápidamente en el agua y yo fui detrás de ella. Andrea no era mucho de agua y ella se salió rápida. A lo tonto, nos llevamos Irene y yo casi dos horas en el agua sin parar viendo el show de las sardinas. Era algo que nunca había visto y fue un espectáculo. Literalmente miles y miles de sardinas por todos lados. Nadando bajo el agua las sardinas me rodeaban y en algunos momentos se volvía todo oscuro al bloquear las sardinas la luz del sol. Para mi fue este sitio mucho mejor que las sardinas en Moalboal.

Ya cansados y por no hacer esperar más a Andrea, nos salimos del agua y fuimos a visitar unas cascadas. Encontramos la cascada de Kawasan y allí pasamos el resto de la tarde hasta que empezó a oscurecer. El sitio era precioso y estábamos solos allí. Con la luz del atardecer pudimos hacer unas fotos preciosas. Nos volvimos al pueblo y nos hartamos de cenar en un restaurante buenísimo, llamado Ubeco. De vuelta en el hostal conocimos a más españoles: dos hermanos llamados Nil y Erola y otro chaval llamado Enric. Entre los seis tuvimos muy buen rollo y así se formó el grupo con el que compartiría este viaje la próxima semana.

El siguiente día, 20 de julio, nos fuimos los seis en scooter a explorar la isla de Panglao. Fuimos en plan más tranquilo y volvimos al arrecife de Napaling, donde hoy apenas se podían ver las sardinas. Aparentemente tuvimos mucha suerte el día de ayer. Tras eso nos fuimos a almorzar a un restaurante vegano y después nos fuimos a visitar la cueva de Hinagdanan. Dentro de la cueva nos dimos un bañito y tras eso nos fuimos a buscar una playa para ver el atardecer. Cerca del hostal había una playa donde se podía ver y allí fue el primer atardecer espectacular que vi en Filipinas. La marea estaba baja y muchos barcos estaban fuera del agua. Nos montamos en un barco para ver el atardecer, pero vi que había un sitio más mar adentro donde se podía ver el atardecer mejor todavía. Irene se vino conmigo y por el camino casi perdí las chanclas al tener que andar por el agua y fango. Nos sentamos a la orilla del mar y ahí vimos unos colores espectaculares en el cielo. Ambos estábamos en silencio apreciando lo que veíamos con nuestros ojos. El efecto espejo del agua con el cielo era increíble. Nos quedamos un buen rato ahí sentado hasta que ya era tan oscuro que se nos complicó la vuelta. Teníamos que tener también cuidado en no pisar los erizos de mar.

Durante la noche en el hostal conocimos también a Jimmy de Corea del Sur y de 40 años. Jimmy es muy buena gente, pero como él nos explicaba solo había trabajado en su vida y no había salido de su país. Por las preguntas que nos hacía, podía parecer algunas veces que veníamos de diferentes mundos. También conocimos a un chaval de Inglaterra que nos ofreció para el próximo día un tour en un barco privado de su amigo. Yo y algunos más no nos fiábamos mucho del tío, pero todos estaban de acuerdo con la idea. Planeamos todo para salir al día siguiente en barco y nos fuimos a dormir.

El siguiente día, 21 de julio, nos levantamos preparados para el barco, hasta que recibimos un mensaje del tío diciendo que el mar estaba muy revuelto para pasar el día en mar. Un poco extraño, ya que hacía un buenísimo día y apenas se notaba el aire. Un poco disgustado todos con el plan estropeado, nos pusimos a mirar que hacer. Yo y Irene habíamos hablado ya anteriormente sobre visitar el pueblo de Anda, que está a 120 kilómetros y al otro lado de la isla de Bohol. Parecía una locura de ir hasta allí en scooters para pasar solo una noche en Anda, pero ahí hicimos el plan y nos fuimos. Por la ruta pasamos de nuevo por la cascada de Kawasan y también por las colinas de chocolate. Para el atardecer llegamos a un mirador cerca de Anda. Decidimos de subir andando por una pequeña montaña para ver si había mejores vistas. Al subir, tuvimos unas vistas preciosas sobre el valle y las montañas. Había merecido la pequeña subida. Tras muchas horas de scooter, llegamos cansados a Anda. Al ser un pueblo pequeño, el dueño del hostal nos dijo que nos fuéramos rápido a un mercado para poder cenar allí.

El siguiente día, 22 de julio, nos levantamos temprano y tras una larga espera para desayunar en el hostal, salimos con las scooters. Por esta zona hay muchos arrozales y paramos varias veces por el camino para disfrutar de los paisajes. Fuimos también al parque panorámico de Alicia, donde tuvimos unas bonitas vistas del paisaje. Almorzamos por el camino y poquito a poco íbamos de vuelta a Panglao. Por la noche nos salió la idea de ir a cenar todos a Ubeco, el restaurante que nos había encantado tanto. Desafortunadamente, llegamos tarde y ya habían cerrado. Fuimos a cenar a otro sitio y ya cansados de tanta carretera nos recogimos.

El siguiente día, 23 de julio, nos tomamos el día con más calma. Jimmy se vino con nosotros y fuimos a varias playas para hacer snorkel. No eran los mejores sitios. Para almorzar fuimos todos a comer en Ubeco y tras eso nos quedamos en una playa. Se acercaron unos niños Filipinos y nos pusimos a jugar con ellos un buen rato haciendo malabares. Fue un momento muy bonito y me sentí como un niño disfrutando de la compañía. Por la noche nos quedamos en el hostal, ya que mañana nos esperaba isla nueva. Yo tenía pensado quedarme solamente unos días en Bohol, pero al final me quedé más tiempo por la gente que había conocido.

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