6 de febrero de 2025. Me quería levantar temprano para ir a un sitio típico para desayunar, pero me costó trabajo levantarme y me quedé más tiempo en la cama. Recogí mis cosas y salí con todas mis cosas del hostal para ir andando a la estación de autobús. Por el camino me compré algo para desayunar ya que me quedaba un buen camino por delante. La estación está a 45 minutos andando. Pensé en coger un Uber, pero tenía ganas y energía de andar. Me acordé de mi hermano, que me habría dicho que estaba loco por no coger un Uber para más comodidad.
Llegué a la estación bien y cogí el autobús para ir a Puerto Escondido, un pueblo en la costa del océano Pacífico. Tras 3 horas de viaje, llegué a la playa. Me fui andando al hostal y el resto de la tarde estuve en la terraza leyendo un libro con unas preciosas vistas sobre la ciudad y el mar.

El siguiente día, 7 de febrero de 2025, estuve triste y pensando en varias cosas. Como en la vida, hay días buenos y días malos. Me siento mal también cuando no disfruto a tope el día al estar de viaje, pero no siempre puedo estar como un turista de un lado a otro. Necesito también de vez en cuando mi descanso y no hacer nada.
La razón por la que estaba triste es debido a que me está costando abrirme con la gente. En el viaje por Asia me notaba más abierto y tenía también ganas de conocer gente. Ahora parece que estoy más selectivo. También me he dado cuenta que me gusta cada vez menos esto de conocer gente solo por un tiempo corto. Tuve buen rollo con Inma, Alexandra y Morris, pero al final cada uno sigue su camino.
Este viaje es también un aprendizaje para mí. Llevo unos 3 años soltero y la verdad que me gustaría conocer de nuevo una persona para compartir mi vida con ella. Pero también quiero que aunque esté solo, mi vida sea también satisfactorio. Quiero ver mundo y si no hay nadie con quien verlo, pues solo. Eso no quita que algunas veces me dé cuenta que me hubiera gustado compartir momentos durante mi viaje con otra persona. Una charla más profunda y no la típica charla de siempre de donde eres y donde has estado. Una mirada, un abrazo, un beso. Son cosas que hecho de menos en algunos momentos. No sé porque me percato más de esto ahora que en mi otro viaje por Asia. Estoy intentado de encontrar una respuesta, pero a lo mejor no hay que buscar un porqué y simplemente aceptarlo como es.

En estos últimos días he tenido momentos en el cual he pensado si he hecho bien en hacer este viaje. Uno de mis miedos era que hiciera este viaje por las razones equivocadas: el huir de mi vida «real». No quiero que sea eso, ya que al final habrá que volver a esa vida. La presión social hace que también sea «raro» hacer un viaje así con la edad que tengo. Debería de estar con un trabajo estable, una casa, un coche, una mujer y varios hijos, pero a día de hoy no tengo nada de eso. Y tampoco pasa nada, es la vida que he escogido ahora mismo. El día de mañana a lo mejor si me gustaría tener todo eso.

Por la cabeza me ha pasado el pensamiento de volver ya a casa, algo que no me ocurrió en Asia hasta los últimos meses del viaje. Me ha sorprendido este pensamiento. Mi razonamiento ha sido en volver para asentarme definitivamente en un sitio que me agrade. Un sitio donde tenga mi trabajo, mi vida social y pueda ejercer mis aficiones. Pero no quiero tomar decisiones tan drásticas. Sé que en los malos momentos no debo de tomar decisiones y esperar a tener la mente fría.
El siguiente día, 8 de febrero de 2025, necesitaba salir de mi cabeza. La mejor forma que sé para eso es hacer ejercicio: me salí del hostal y me fui a la playa a andar por toda la orilla. Llegué hasta la otra punta de la playa, que está a unos 5 kilómetros. Allí me senté en la arena y me pegué unos bañitos en el mar. Había bandera roja por el oleaje, pero necesitaba refrescarme.

Cerca de mi había una chavala sola sentada también y pensé en hablarle para socializar. Me lo pensé tanto que al final perdí la oportunidad: se acercaron dos chavales a hablar con ella y se fue a tumbarse con ellos. ¡Eso me pasa por esperar tanto! Una buena lección nuevamente.
Me quedé en la playa hasta el atardecer y ahí me di cuenta que había echado de menos ver los atardeceres como hacía a menudo en Asia. Me encantó este atardecer y más al poder hacer fotos bonitas con el móvil. Ya casi oscuro, me fui andando a buscar un sitio para cenar. En ese momento, me llamó Morris para preguntarme si quería cenar con él. Estábamos cerca el uno del otro y me fui a comer un burrito gigante con él con unas cervecitas. Pasé un buen rato charlando con él y ya tarde me fui a recoger al hostal. Me invitó a salir a un club por la noche, pero la verdad que no tenía yo todavía esas ganas de ir en plan discoteca.

El siguiente día, 9 de febrero de 2025, hice lo mismo. Tenía ganas de andar y desfogar y me fui nuevamente andando por la orilla de la playa para hacer kilómetros. Durante el día estaba pensando si coger el autobús esa misma noche a mí próximo destino. Tenía la noche del hostal ya contratado, pero me daba igual. No me apetecía más la playa y al final decidí coger el autobús nocturno. Me tomé una última cerveza en el chiringuito de la playa y tras eso volví andando al hostal. Por el camino cené unos tacos en un restaurante y una vez en el hostal preparé mis cosas para irme. Me fui andando a la estación y allí cogí a las 21:30 el autobús a San Cristóbal de las Casas, una ciudad a unos 700 kilómetros el cual tardaría en llegar más o menos 14 horas. ¡Me queda una larga noche!
