Hoy había quedado temprano con Matro. Matro es un chaval que conocí en el metro de Pekín. Hace unos días vi que él salió en un vuelo anterior al mío de Madrid a México y le hablé para vernos de nuevo. Es curioso lo pequeño que es el mundo. Casualidad fue también que lo vi en el museo Nacional de Antropología hace dos días y quedé con él para ir juntos a la zona arqueológica de Teotihuacán. Su amigo Robin vino con nosotros y los tres quedamos a las 9 de la mañana en la estación de autobús del norte de la ciudad. Yo me había levantado a las 07:30 y tuve que dejar mis cosas en recepción, ya que tenía que cambiar hoy también de hostal. Desayuné y me fui a coger el autobús hacia la estación. Compramos los tickets de ida y vuelta y nos pudimos meter directamente en el autobús. El camino era de una hora, ya que está a unos 45 kilómetros de la ciudad.
Teotihuacán, cuyo nombre significa «Ciudad de los dioses» en náhuatl, fue una de las ciudades más importantes de Mesoamérica. A día de hoy se sabe todavía muy poco sobre la civilización teotihuacana. La ciudad fue fundada alrededor del año 200 a.C. y alcanzó su mayor poder entre los siglos I y VII d.C. El dato más sorprendente: se estima que llegó a albergar una población de hasta 200.000 habitantes, convirtiéndola en una de las ciudades más grandes del mundo antiguo.
Bajándonos del autobús, ya podíamos ver desde lejos la Pirámide del Sol. Es la tercera pirámide más grande del mundo con una altura de 65 metros y una base de 225 por 225 metros. Antes del COVID, se podía subir hasta arriba, pero desafortunadamente ya no. El nombre fue dado por los mexicas siglos después, ya que el nombre verdadero se desconoce. Dicen que los mexicas al llegar siglos después a la actual ciudad de México descubrieron este impresionante recinto y quedaron asombrados, igual que nosotros. No me podía imaginar que fuera tan grande la pirámide. He visto la de Giza, que es mucho más grande. Pero con está pirámide pude dar una vuelta completa alrededor y al final fue un buen paseo. Antiguamente había un templo arriba de la pirámide y también han encontrado túneles por dentro. Mucho más no se sabe, ya que nunca se han encontrado escrituras de está civilización.


Tras muchas fotos y videos de la Pirámide del Sol, seguimos nuestro camino por el eje principal, la Calzada de los Muertos. Tiene 4 kilómetros de longitud y corre de norte a sur. El nombre fue dado por los mexicas. Creían que los montículos y estructuras que bordean la calzada eran tumbas, aunque en realidad eran plataformas ceremoniales y residenciales. Al norte de la calzada se encuentra la Pirámide de la Luna. Esta pirámide es más pequeña con una altura de 45 metros y una base de 130 por 156 metros, pero me impresiona más al estar rodeado de pequeños templos dentro de una plaza. La pirámide está alineada con el Cerro Gordo, una montaña sagrada que se cree representaba un vínculo con el mundo espiritual y la naturaleza. Esta relación con el paisaje era clave en la cosmovisión teotihuacana. Creen que aquí se hacían rituales de sacrificios.


Al andar por la plaza me acerqué a varios grupos que iban con un guía para escuchar lo que estaban explicando. Vi que varios grupos se ponían a tocar las palmas. Poniéndose delante de las escaleras de los pequeños templos, al tocar las palmas, el echo hacía un extraño sonido como si fuera de un ave. Aparentemente dominaban en esos tiempos ya la sabiduría de la acústica en una plaza con edificios. Entendible también, ya que se podían reunir miles de personas en esos tiempos aquí. Dimos una vuelta más por la plaza y nos hicimos algunas fotos encima de un pequeño templo que se podía subir. Desde ahí había unas bonitas vistas sobre las dos pirámides.

Cogimos de nuevo la Calzada de la Muerte hacia el sur y tuvimos que andar unos kilómetros para llegar al Templo de Quetzalcóatl. Este templo es más pequeño que los dos templos, pero mucho más bonito al tener decoraciones en relieve que representan Quetzalcóatl (la Serpiente Emplumada) y a Tláloc, el dios de la lluvia. Los relieves consisten en cabezas talladas en piedra que alternan entre serpientes emplumadas y figuras asociadas con Tláloc, acompañadas por conchas y caracoles marinos, símbolos del agua y la fertilidad. Aquí también se han encontrado restos de sacrificios humanos en los alrededores y dentro del templo. El templo está situado dentro la Ciudadela, lo que antiguamente era el centro político y ceremonial. Arqueológicos dicen que ahí se podían reunir fácilmente 150.000 personas para presenciar las ceremonias.

Tras el templo, nos fuimos a visitar un museo. Ahí pudimos aprender un poco más sobre esta civilización. A día de hoy quedan todavía muchas preguntas. Por ejemplo, la razón por el declive alrededor del siglo VIII d.C. es todavía una incógnita. Algunos sugieren conflictos internos, invasiones externas o desastres naturales. Pero es curioso que una vez una de las ciudades más grandes del mundo, haya desaparecido así.

Tras explorar toda la antigua ciudad, nos fuimos al autobús para volver a la Ciudad de México. En el autobús me di cuenta que me había quemado la cara, el cuello y los brazos con el sol. Por la mañana pensé en coger la crema solar, pero al ver que había pasado frío estos últimos días, no pensé en que fuera necesario. Una vez en la capital, me despedí de Matro y Robin y me volví al hostal. Íbamos a quedar más tarde para cenar a un lugar que había recomendado, pero me dijeron tras unas horas que se iban a quedar en el hostal al estar cansado. Yo también estaba bastante cansado tras todo el día y no me importó mucho. Recogí mis cosas del hostal y me fui andando hacia mi nuevo hostal que solo estaba a unos minutos. Tras hacer el check-in, me quedé un rato en la habitación para descansar un poco. Por la noche salí a dar una vuelta y estuve haciendo de nuevo algunas fotos en el Zócalo. Encontré un pequeño restaurante que tenía buena pinta. Tuve una buena cena y tras eso me recogí. Fue un día largo.