Eran las 5 de la mañana y todavía no había pegado ojo. Habían dos tíos roncando como camioneros y no me había puesto los tapones de dormir. Aparte, el tío abajo mía había dejado una alarma o algo sonando mientras que él seguía durmiendo. Tras estar ya harto, me levanté y con la linterna del móvil le dije que que c*ño era ese sonido. El tío asustado de haberle despertado, se disculpó y apagó la alarma. Tras un rato, me pude quedar dormido y a las 9 ya sonó mi alarma. Tocaba coger autobus para Malaca. Casi perdí el autobus: entré en la sala de espera y me acerqué a los guardias y me dijeron que todavía no era hora para pasar al autobus. Pasaron los minutos y veía que mi autobus ya no estaba en las pantallas, pero todavía veía el autobus en su sitio. Pregunté de nuevo y ahora me dijo que me aligerara que ya se iba el autobus. El problema, yo veía la parte derecha del autobus y pensaba que la puerta estaba cerrada. Pero como aquí conducen por el lado contrario, la puerta estaba por el lado izquierdo. Fui el último en montarme en el autobus y salimos directamente. ¡No funciono bien con pocas horas de dormir! Serían unas 3 horas de camino y como se puede entender, dormí todo el camino. Medio dormido salí del autobus y me pedí un Grab (la versión asiática del Uber) hacia el hostal. Viendo la ciudad veía que está ciudad podía prometer. Hasta ahora Asia no había sido muy fácil para mi: entre el cambio cultural, el resfriado, el jetlag y que me estaba costando más socializar, necesitaba que esta ciudad fuera diferente.
El hostal tiene la mejor puntuación de la ciudad y con razón. Un hostal moderno con empleados muy amables, dormitorios apañados y un pedazo de cuarto de baño que ya me gustaría tener en mi casa. Me gustaba este sitio. Aparte, el empleado me comentó que esa misma tarde a las 18:00 organizaban una quedada para ir a ver entre los huéspedes un templo con la puesta del sol. Descansé un poco y a las 18:00 estaba listo abajo para salir. Éramos un grupo de 10 personas y con varios Grab nos fuimos para el templo “flotante” al mar. Era curioso, ya que delante nuestra estaba el templo con la claridad de la puesta del sol. Pero atrás teníamos el cielo negro de nubes y tormentas. Parecía literalmente el día y la noche en un momento. Tras estar un rato ahí, nos cogió la lluvia. Corriendo nos tuvimos que meter en un edificio abandonado. Con nuestras linternas del móvil descubrimos las varias plantas del edificio esperando que esto no se convirtiera en una película de miedo. Cuando dejó de llover, nos fuimos todos a cenar. Tuvimos una cena muy agradable conociéndonos todos. Había gente de todo el mundo: Indonesia, Canadá, India, Suiza, Holanda, Inglaterra, Australia, Estados Unidos y varios más. Una mezcla muy internacional.
Después de cenar fuimos a un bar para tomar unas cervezas y ahí estuvimos un buen rato charlando y riéndonos. Aprendí que hay gente que toman vodka con agua, no lo había escuchado antes. Habíamos quedado unos pocos para explorar el día siguiente la ciudad. Nos recogimos y estaba satisfecho con mi primera noche en Malaca. ¡Mañana más!