Primer día en México – Ciudad de México (México)
Primer día en México – Ciudad de México (México)

Primer día en México – Ciudad de México (México)

Encendieron las luces dentro del avión para el desayuno. Pude dormir, pero me desperté muchas veces sin poder entrar en un sueño profundo. Mientras que desayunaba me puse a ver algunos capítulos de mi serie favorita: “Friends”. Poco después, aterricé a las 5 de la mañana en la ciudad de México. Estaba un poco nervioso por pasar la aduana, ya que no llevaba ningún billete de salida del país. Al final, pasé por un control electrónico y no tuve ningún problema. Ya afuera, me puse a probar varios cajeros para ver cual era el mejor. Con el dinero en la cartera, salí a buscar el autobús para ir al centro histórico donde tenía el hostal. Perdí el primer autobús al no poder pagar en efectivo y tuve que entrar de nuevo adentro para comprar una tarjeta recargable de transporte público.

Lo primero que me sorprendió de la ciudad de México era el frío que hacía. Por supuesto, era temprano todavía pero el móvil me decía que hacía solo dos grados. Tras un trasbordo, me dejó el autobús en el centro histórico. Tomándomelo todo con calma y sin prisas para también hacer tiempo, llegué al hostal sobre las 7 y media de la mañana. Dejé el equipaje en recepción y me puse a mirar que podía hacer hoy. Tenía que esperar hasta las 14:00 para poder hacer el check-in. Encontré un free tour por el centro histórico que empezaba a las 10:00 y me apunté. Di una vuelta por el centro y a las 10 empecé con el tour. El guía estuvo muy bien, ya que empezó a explicar la historia de México. Los aztecas, también conocidos como mexicas, fueron un pueblo indígena que se estableció en el Valle de México en el siglo XIV. Su capital, Tenochtitlán, fue fundada en 1325 en una isla del lago de Texcoco y se convirtió en una de las ciudades más grandes y avanzadas de su tiempo.

Los aztecas eran guerreros hábiles y conquistaron a muchos pueblos vecinos, expandiendo su imperio a lo largo de gran parte de Mesoamérica. Su sociedad estaba organizada en una jerarquía compleja, con un emperador en la cima, seguido por nobles, sacerdotes y campesinos. La religión jugaba un papel central en su vida, y realizaban rituales y sacrificios para honrar a sus dioses, como Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra.

Su historia cambió drásticamente con la llegada de los conquistadores españoles liderados por Hernán Cortés en 1519. A través de alianzas con pueblos indígenas que eran enemigos de los aztecas y con el uso de tecnología militar superior, los españoles lograron conquistar Tenochtitlán en 1521, marcando el fin del imperio azteca.

La plaza principal, llamado Zócalo, es una de la más grande del mundo. Ahí podemos encontrar el actual Palacio Nacional, donde ahora vive la presidenta. Antiguamente, ahí vivía el emperador azteca. Enfrente del Palacio Nacional, se encuentra un edificio donde estuvieron hospedados Hernán Cortes y sus soldados. El emperador Moctezuma le dio la bienvenida a Cortes, pero al quedarse allí los españoles, nuevas enfermedades desconocidas para los habitantes, arrasaron con la población.

Tras la conquista por los españoles, edificaron la Catedral Metropolitana para difundir el catolicismo por la región. Al lado de la Catedral y el Palacio Nacional, se encuentran las ruinas del Templo Mayor. Construido en el siglo XIV, el templo estaba dedicado a dos de sus dioses más importantes: Huitzilopochtli, el dios de la guerra, y Tlaloc, el dios de la lluvia. El Templo Mayor era una estructura impresionante, con una base cuadrada y dos grandes pirámides superpuestas, cada una con su propia escalera. En su cima, se realizaban ceremonias y sacrificios humanos, que eran parte fundamental de la religión azteca. A lo largo de los años, el templo fue ampliado y reconstruido varias veces, reflejando la evolución del imperio.

Los sacrificios humanos eran brutales. Personas que fueron captados tras las conquistas por las regiones cercanas, fueron sacrificados. Abrían el pecho con un cuchillo y con el corazón latiendo todavía, lo ponían en un pedestal como ofrenda. Los escalones hacia abajo se llenaban de sangre. Hernán Cortes fue testigo de estas ofrendas.

Otro dato curioso es el estado de la ciudad actualmente. La ciudad de México se está hundiendo un centímetro por año, debido al estar construido sobre tierra no estable. Antiguamente, gran parte de la ciudad actual era todo lago. Los españoles secaron los lagos, pero a día de hoy sigue siendo una base mala para construir encima. Este hecho se puede ver por toda la ciudad. Edificios como la Catedral Metropolitana están hundiéndose hacia un lado y se ve claramente que está daleado. Otros ejemplos claros son por ejemplo ventanas daleadas o hasta un buzón abajo en la puerta que con los años ha bajado tanto que ya no es posible de usar.

El tour pasó también por varios sitios más del centro histórico. Vi una chavala en el grupo que me llamó la atención y pensaba que era española. En ese momento me acordaba de mis aventuras por Asia, donde yo podía decidir sobre las experiencias que iba a tener. Tenía la opción de no hablarle y seguir mi camino después del tour solo o simplemente empezar una conversación con ella y quien sabe después. No me lo pensé más y empecé a hablar con ella: Inma de Valencia.

Tras finalizar el tour, invité a Inma a almorzar y nos fuimos a una taquería para probar unos tacos. Yo tenía ya apuntado un sitio original para locales y allí comimos muy bien y barato. Ella había estado por Baja California varias semanas y este era ya su último día en México. Me sorprendió todo lo que sabía sobre la historia de México y me gustó conversar con ella sobre lo que habíamos aprendido en el tour. Aparte, le encantaba también viajar y pudimos compartir historias sobre nuestros viajes.

Terminamos de almorzar y fuimos a visitar las ruinas del Templo Mayor y su museo. Desafortunadamente, no queda mucho del Templo Mayor. Los españoles destruyeron gran parte para obtener material para edificar la Catedral. El museo estuvo también muy interesante, ya que se podían ver muchos hallazgos arqueológicos de los aztecas. Salimos satisfechos de ahí y teníamos ganas de tomar algo. Inma recomendó visitar una pulquería, un bar donde sirven el pulque: es una bebida fermentada del aguamiel, el jugo extraído de ciertas especies de maguey, especialmente del maguey pulquero. Esta bebida tiene una larga historia que se remonta a las culturas prehispánicas, y era considerada sagrada por los aztecas, quienes la consumían en ceremonias y rituales.

El pulque tiene una textura viscosa y un sabor ligeramente ácido. Su grado de alcohol es como una cerveza. Además, se puede encontrar en diferentes variedades, algunas de las cuales se mezclan con frutas o hierbas para crear sabores únicos, conocidos como «curados». Nos pedimos cuatro copas de diferentes sabores de pulque. El más bueno fue de avena y el peor el pulque original. El original parecía que estabas bebiendo baba. Había buen ambiente y música en la pulquería y estuvimos allí unas dos horas charlando sobre nuestras vidas, viajes, relaciones y el amor. Un señor mayor al lado nuestro empezó hablar también con nosotros y al ser ambos de España, éramos de la “madre patria”.

Salimos de la pulquería y la verdad que noté un poco el pulque en el cuerpo. Nos recogimos para darnos una ducha y quedamos por la noche para ir a cenar juntos. Recogí a Inma de su hostal y le pregunté al recepcionista donde podíamos comer. Él recomendaba los sitios callejeros y ahí fuimos. Comimos en un local pequeño y tras eso nos fuimos a un bar para probar una mixelada. Estaba bien, pero tampoco era algo que me llamó mucho la atención. Algo que ambos no entendíamos era la hora en la que cerraban los bares. A las 22:30 ya nos estaban echando del bar y nos dieron un vaso de plástico para llevarnos la bebida. Nos fuimos andando y charlando por la ciudad de noche, algo que me encanta hacer. En esas caminatas nocturnas se puede aprender mucho sobre la vida de otra persona.

Ya cansados de andar y queriendo meternos adentro para estar más calentitos, vimos un pequeño bar de barrio. Entramos para tomarnos una cerveza y ahí había un hombre también tocando la guitarra y cantando. Empezamos hablar también con un señor mayor y se puso a contar muchas historias sobre la ciudad de México. El alcohol que llevaba el señor encima ayudaba a soltar todas esas historias. Ya tarde, nos recogimos y a las 1 de la mañana me metí en la cama. ¡Para ser el primer día en México, ha sido muy completo!

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