Hoy tocaba un tour por el parque natural de Khao Sok. A las 8:30 vinieron con la furgoneta por mi y pasamos por varios hostales y hoteles para recoger más personas. Después de llenar la furgoneta nos esperaba una hora de camino para llegar al lago del parque natural. Allí cogimos un barco y yo me senté en la parte delantera para poder hacer fotos y videos.

En esa hora sentado en el barco pude ver lo bonito y espectacular que es nuestra tierra. El lago es el segundo más grande de Tailandia y las vistas son una maravilla. Rodeado por todas partes de montañas llenas de vegetación, me quedé disfrutando de lo que estaba viendo durante esa hora en el barco.

Sobre las 12:00 llegamos a unas casitas sobre el lago donde tuvimos el almuerzo. No había desayunado todavía y sabía que después me esperaba una buena caminata, con que me harté de comer para coger fuerzas. Tras comer, me fui a alquilar una linterna y unos zapatos de agua para la cueva. Cogimos de nuevo el barco y unos minutos después nos dejó en la selva para caminar hacia la entrada de la cueva. El guía primero nos explicó los peligros que habían. Podíamos encontrarnos arañas y también serpientes. Lógico, estamos en medio de la nada. Con que había que mirar donde pisaba y mirar donde me agarraba con las manos.
El guía, un ex militar, tenía un buen ritmo metido que hasta a mi me costaba de vez en cuando seguirle. Durante una hora pasamos por la selva, cruzando pequeños ríos y viendo hasta huellas de elefantes. Tras una hora de sudar y estar concentrado de no torcerme un tobillo con todas las piedras que habían, llegamos a la entrada de la cueva.

Aquí es cuando a mi me entró un cierto nerviosismo, porque me había informado antes sobre esta cueva. En el hostal me ofrecieron dos tours, este que era con mucho senderismo y el otro que era muy básico con solo media hora en otra cueva. La cueva que iba entrar yo ahora tenía su riesgo. Había leído que hace unos 15 años murieron aquí 8 turistas y un guía porque cuando estaban dentro de la cueva, empezó llover muchísimo afuera lo que hizo que el nivel del agua subiera rápidamente dentro de la cueva. Murieron todos ahogados y sus cuerpos fueron encontrados días después llevados por el agua afuera de la cueva.
Con esta historia en mi cabeza, durante la hora de camino hacia la cueva había empezado a llover un poco y el cielo estaba nublado. El guía no estaba del todo seguro si seguir y dijo que 50/50. Al final entramos y me alegro de haberlo visto porque fue una experiencia única. Durante una hora pasamos por la cueva con total oscuridad guiándonos solo con nuestras linternas. El guía nos dijo de tener de nuevo un ritmo firme para no estar más tiempo de lo necesario en la cueva.
En la cueva seguimos un río que había y por el camino vimos algunas arañas, ranas y muchísimos murciélagos colgado del techo. Me sorprendió el ambiente de la cueva, ya que no era sofocante para nada. Fue cómodo de respirar y la temperatura agradable. Por la mitad de la cueva empezaba a ser más profundo el agua. Al comienzo el agua llegaba al tobillo, después por la rodilla. En un momento el guía nos dijo de que esperáramos ya que él iba ir un poco más para adelante para ver el nivel del agua para saber si era seguro seguir. No tengo ni idea cuales son sus criterios, pero es verdad que ahí dentro no tendríamos ni idea si afuera estaba cayendo el diluvio. El guía nos dio el ok y el agua ya llegaba hasta la cadera, después hasta el pecho, después hasta el cuello y por último ya tenía que nadar por que no daba pie. Mientras tanto había que tener también cuidado con el techo para no darnos con la cabeza a las piedras. Fue un sentimiento de miedo y emoción, pero me encantó. También reconozco que cuando vi después de una hora en la cueva la luz del sol, estaba feliz de estar afuera.

Tras salir de la cueva nos esperaba de nuevo una hora de senderismo por la jungla. Con los zapatos de agua mojados, empezó hacerse el camino incómodo ya que los pies empezaban a doler. Cuando llegué al barco, lo primero que me quité fueron los zapatos. Nos llevaron de vuelta donde habíamos almorzado y ahí nos dieron una merienda. Tras el esfuerzo y los nervios, tenía mucha hambre y me harté de fruta, galletas y un dulce tailandés. Allí ya estuve hablando con varias personas sobra la experiencia que habíamos tenido en la cueva.

Sobre las 17:00 nos tocaba marcharnos y volver de nuevo a tierra firme. En el barco me monté de nuevo en la parte delantera. Por el camino empecé ver el cielo ponerse oscuro y vi por el mapa que allí es donde teníamos que ir. Poco a poco nos íbamos acercando y la lluvia iba cogiendo cada vez mas fuerza. Sin decir nada nadie, empezamos a ponernos todo el chaleco salvavidas. Entramos a la oscuridad de la lluvia y apenas se veía mucho para adelante, a lo mejor 10 metros de visibilidad teníamos. Entre la velocidad del barco y la fuerza de la lluvia, parecía que estaba cayendo granizos por lo que dolía en la piel. Durante varios minutos tuvimos que juntarnos para protegernos de la fuerza de la lluvia y esperar que el capitán se supiera de memoria la ruta y supiera evitar las pequeñas islas por el camino.
Tras unos 10 minutos pasamos lo peor de la lluvia y ahí pensé en lo que podía haber sido si nos hubiera caído esta lluvia mientras que estábamos en la cueva. Nos llevó el capitán hacia un punto famoso del lago: las tres piedras. Es una formación de tres piedras en el lago que aparentemente son famosas, pero para mi no era tan especial de lo que habíamos visto durante toda la ruta lo cual ya fue espectacular.

Al final llegamos al puerto y tras otra hora de minibús, llegué sobre las 19:30 al hostal. Había estado durante 11 horas fuera, un día muy largo y estaba bastante cansado. Quería ducharme directamente pero esta vez no había agua durante la próxima hora.
Decidí planear mi salida para mañana y al final contraté el autobús hacia Bangkok en vez de coger el avión. Son muchas horas de autobús, pero tenía ganas de simplemente ver películas, leer, escribir y escuchar música. Tras hacer el plan me fui a cenar solo ya que no tenía ganas de socializar. Tuve que esperar 45 minutos para que me trajeran la comida, pero comí. Una ducha calentita después fue el premio y en la cama me puse a organizar varias cosas para el próximo día. El señor de al lado empezó a roncar temprano con que me esperaba una noche movida. ¡Hasta mañana!